En Figueras, de 8 a 12 de la mañana, se pueden visitar tres lugares relevantes en la vida de Salvador Dalí (1904-1989). Todo caminando, ya que está muy cerca, en el centro de la ciudad: su casa natal, en restauración en el momento que estuvimos; la iglesia de Sant Pere, del año 1020, donde se bautizó, hizo la comunión y se celebró su funeral; y por supuesto, el teatro-museo Dalí al que merece la pena dedicar no menos de 2 horas para disfrutarlo tranquilamente.
Una vez aparcado el coche, nos dirigimos caminando a la casa natal de Dalí. En el momento que fuimos (verano 2023) estaba en restauración. Pudimos apreciar la elegancia exterior de la zona y de la propia casa. En su fachada, una pequeña placa nos recuerda que allí nació y vivió su infancia Salvador Dalí. En octubre de 2023 reabrió sus puertas a los visitantes; sin duda, queda como cita obligada para futuros viajes.
Caminando por céntricas calles, desde la casa natal de Dalí hacia el teatro-museo Dalí, encontramos la iglesia de Sant Pere, uno de los edificios más antiguos de Figueras y alrededor del cual se creó la ciudad. Tanto por fuera como por dentro, esta Iglesia levantada sobre un templo prerrománico del año 1020 tiene una belleza especial y una estrecha vinculación con Dalí. Aquí recibió su bautismo, su primera comunión, y también se celebró su funeral.
Visitamos con calma el teatro-museo Dalí, el mayor objeto surrealista del mundo. Ocupa el edificio del antiguo teatro municipal, construcción del siglo XIX destruido al final de la Guerra Civil. Sobre estas ruinas, el mismo Dalí decidió crear su museo que se inauguró en 1974 y que está considerado como su última gran obra: «¿Dónde, si no en mi ciudad, ha de perdurar lo más extravagante y sólido de mi obra, dónde si no?»
Unos maniquíes estilo art déco, similares a las estatuillas de los Óscar, todos ellos con posiciones de brazos diferentes, nos dan la bienvenida en el gran patio, antigua platea del teatro. Aquí decidió Dalí exhibir El taxi lluvioso, su escultura surrealista más monumental: un Cadillac liderado por la figura escultórica de la reina Esther y una columna construida a base de neumáticos que sostiene una barca, antaño utilizada por el artista para navegar.
El escenario del antiguo teatro, con sus cortinas rojas, está coronado por una cúpula que nos recuerda el ojo de una mosca, insecto que observa la realidad con una mirada poliédrica necesaria para entender la obra de Dalí. Colgando de un lateral, el rostro deconstruido de Abraham Lincoln, que se recompone cuando se mira a través de una lente. En el centro de la sala, una lápida blanca que pasa desapercibida, nos recuerda que Dalí está enterrado justo ahí.
En el ala derecha encontramos la mítica sala donde el rostro de la actriz americana Mae West se transforma en un apartamento: dos cuadros son los ojos, una chimenea es la nariz y un sofá son sus labios. La visión del rostro recupera su bidimensionalidad cuando se sube una escalera presidida por un camello que con una lente reordena este espacio 3D dándole un carácter pictórico. Los cabellos de la actriz los diseñó el peluquero Lluís Llongueras.
En el ala izquierda visitamos la sala del tesoro, camerino del antiguo teatro, que Dalí hizo tapizar con terciopelo rojo porque la concibió como un joyero. El propio Dalí escogió las obras que se exhibirían en ella, representando sus joyas preferidas. Cuadros cubistas e impresionistas de los años veinte comparten pared con preciosidades surrealistas y otros óleos de la etapa más clásica. Destacan el magnífico cuadro de La cesta de pan y varias imágenes de Gala.
Antiguo rincón donde se celebraba el mercado del pescado de la ciudad cuando el teatro era puro teatro. Dalí decidió unir el edificio del mercado con su futuro teatro-museo y así utilizar esta sala para colgar un inmenso átomo del techo y mostrar pinturas de gran valor y formato que presentan desde un joven muy picassiano y matissiano hasta un artista ya maduro que dedica su últimos esfuerzos a pintar en sus lienzos esculturas de Miguel Ángel.
Entramos al salón de descanso del antiguo teatro donde, con solo catorce años, Dalí realizó su primera exposición. Se denomina El palacio del viento en alusión a los versos del poeta Joan Maragall que homenajean al Ampurdán y al viento de tramontana, motivos de la gran pintura que preside el techo y que hace referencia también a la Capilla Sixtina de Miguel Ángel. La vertiginosa perspectiva con que se observan los pies de Gala y Dalí es muy impactante.
Tras una intensa mañana disfrutando del universo Dalí, descendemos a la oscura cripta donde reposan sus restos, bajo la sala de la cúpula, para despedirnos y agradecerle su gran legado. Dalí otorgó testamento en 1982, nombrando heredero universal de todos sus bienes, derechos y creaciones artísticas al Estado español. Una vez fallecido en 1989, el Estado otorgó la capacidad de administración y explotación a la fundación Gala-Salvador Dalí.
Desde Figueras partimos directamente hacia Francia. Una vez que dejamos atrás La Junquera, atravesamos la frontera con el país vecino. Ya no regresaremos a España hasta dentro de 20 días. Nuestra próxima parada es la preciosa ciudad de Arlés, a orillas del río Ródano, escenario que inspiró al gran Van Gogh. Se trata de una etapa relativamente ligera, tan solo 283 kilómetros desde Figueras, para dosificar nuestro esfuerzo en carretera.
Tal vez por lo épico del momento (aún nos esperan cerca de 5.000 kilómetros por carretera en los próximos 20 días) ponemos música del gran Richard Wagner (1813-1883) y en concreto, su ópera La valquiria que escribió en 1856. El fragmento más conocido de esta ópera es la Cabalgata de las valquirias, introducción al tercero y último acto. Wagner se inspiró en la mitología nórdica al escribir esta obra, específicamente en la Volsunga y la Edda poética.
Ya en carreteras francesas, una de las primeras cosas que llama mucho la atención es la cantidad de coches con caravana y de autocaravanas que se ven por todas partes. Estos viajeros y este tipo de turismo es muy común en Francia donde existen hasta 8.500 campings por todo el país. Personalmente es una opción que nunca he experimentado, y la verdad no me atrae demasiado. ¿Y tú, qué opinas de este mundo de las caravanas?
Mare Nostrum, «mar nuestro» en latín, es el nombre que los romanos usaban para nombrar al mar Mediterráneo. Tras pasar Perpiñán y antes de llegar a Narbona, llegamos al punto del viaje donde la carretera se encuentra casi a orillas del Mediterráneo y donde el impacto visual con el mar es realmente sensacional. Unos kilómetros muy agradables atravesando parajes tan bellos como el parque natural regional de Narbonnaise.
Cuando ves la primera no le das importancia. Cuando ves la segunda y siguientes ya te preguntas qué significará. Resulta que algunos coches en Francia, en su parte trasera, llevan adherido un distintivo circular con una letra A mayúscula en rojo sobre fondo blanco. Se trata del equivalente al distintivo verde con la L blanca que tenemos en España. Es la A de aprendiz, «apprenti» en francés, obligatoria para todo conductor novel en el país galo.
Francia está dividida en 18 regiones administrativas, 12 de las cuales están en la Francia metropolitana y 6 en la Francia de ultramar. A su vez se subdivide en 101 departamentos. Nuestra primera etapa por suelo francés transcurre en su mayor parte por la región de Occitania, de la que atravesamos 4 departamentos, para finalmente llegar a Arlés, ubicada en el departamento de Bocas del Ródano, ya perteneciente a la región de Provenza-Alpes-Costa Azul.
Pasado Béziers, en el departamento de Hérault, dejamos a nuestra izquierda una carretera que conduce nada más y nada menos que a Roquefort sur Soulzon, la cuna del queso roquefort, considerado «el rey de los quesos azules». Nos separan tan solo 100 kilómetros de este atractivo y mágico lugar que sin duda, visitaremos en algún otro viaje de descubrimiento para poder disfrutar a fondo de los tesoros de la ruta del queso roquefort y Larzac.
Tras pasar Montpellier y desviarnos a la derecha a la altura de Nimes, llegamos por fin a Arlés, a orillas del río Ródano, «le Rhône» en francés. Vincent van Gogh (1853-1890) se instaló aquí entre febrero de 1888 y mayo de 1889. Buscaba una luz distinta y fue la etapa más productiva de su vida, de ella provienen obras como Los girasoles, La casa amarilla y El dormitorio. En total realizó aquí y en poco más de un año, alrededor de 300 dibujos y pinturas.
Entre las 5 de la tarde y las 9 de la noche se puede recorrer caminando fácilmente el precioso casco histórico de Arlés. Su circo romano es muy famoso, muy atractivo y se conserva francamente bien; pero nosotros nos centramos en disfrutar del llamado «circuito de Van Gogh», compuesto por hasta 10 lugares donde el artista instaló su caballete para pintar sus obras, algunas de ellas, las más caras que se han vendido en la historia.
Les Alyscamps es una de las antiguas vías de acceso a Arles. La larga avenida de álamos, flanqueada por tumbas de la época romana y paleocristiana, era ya una conocida atracción turística en tiempos de Van Gogh y el lugar ideal para que arlésiens y arlésiennes dieran un paseo íntimo cogidos del brazo. Nos acercamos hasta allí para disfrutar del actual parque y de su particular encanto que inspiró varios cuadros del genio.
En mayo de 1888, Van Gogh alquiló cuatro habitaciones en una casa en la plaza Lamartine. Fue la llamada «casa amarilla», elemento central de su periodo en Arlés. Este edificio se convirtió en un tema recurrente en sus pinturas. La casa no solo fue su hogar, sino también un lugar de trabajo y un espacio en el que aspiraba a crear una especie de comunidad artística. Hoy día ya no existe puesto que fue bombardeada durante la II Guerra Mundial.
Nos acercamos al anfiteatro romano de Arlés, en pleno centro del casco histórico. A Van Gogh le interesaba el ambiente que había en la ciudad durante la temporada taurina que comenzaba en abril. Aquí realizó una serie de retratos, como Arenas de Arlés con la familia Roulin en primer plano y el gentío que venía a ver el espectáculo, al fondo. A Van Gogh le atraía el juego de luces y sombras que formaba el gentío situado en los diferentes pisos del anfiteatro.
A Van Gogh también le fascinaba la ciudad de Arlés por la noche, y la conocía muy bien: los cafés, los cabarets… Una noche de septiembre de 1888 se le ocurre retratar el café de la plaza del Fórum, bajo un cielo estrellado. Se trata del famoso cuadro Terraza de café por la noche. Nos acercamos hasta allí, donde actualmente se encuentra el café Van Gogh ya que fue restaurado en honor al artista y al cuadro que lo ha inmortalizado hasta hoy.
Otro tema favorito del pintor será un puente metálico sobre el Ródano conocido como el Puente Trinquetaille. Van Gogh lo observa desde el muelle de la Roquette y pinta las escaleras que llevan al puente. Nos acercamos hasta allí. Como en todas las paradas del circuito, una placa conmemorativa nos recuerda el paso del artista por allí para hacer el cuadro que se conoce con el mismo nombre del puente.
Noche estrellada sobre el Ródano fue pintado en un lugar en la orilla del Ródano que está a solo dos minutos andando de la casa amarilla en la plaza Lamartine. Casi al lado de este lugar es donde hemos aparcado nuestro coche y donde nos hemos sentado a disfrutar de la maravillosa vista que inspiró a Van Gogh. Como dejaría escrito en una de sus cartas: «A menudo me parece que la noche tiene aún más colores que el día».
El tiempo es limitado y a la vez queremos disfrutar tranquilamente de los sitios que vamos visitando. Soy consciente de que dejamos muchos otros lugares de Arlés sin visitar, como por ejemplo la fundación Vincent van Gogh o los escenarios de otras muchas de sus maravillosas obras. Tal vez sea uno de los mejores motivos para volver en otra ocasión y poder agradecer de nuevo a Vincent van Gogh su enorme legado para toda la humanidad.
Y así, con estos 27 apuntes, resumimos el segundo día de viaje que también se nos ha hecho cortísimo, a pesar de la cantidad de obras de arte e inspiradores lugares que hemos disfrutado. Ahora nos disponemos a descansar y tomar fuerzas para la no menos apasionante y kilométrica etapa de mañana.